El viticultor afirma que el vino puede tener mucha magia, puede tener mucha poesía, pero es un negocio. Si el vino no se vende, todo lo que está atrás desaparece.
Son tiempos de cambios en Altos Las Hormigas, después de cuatro años de movimiento interno, enfocados en la búsqueda en vinos de concepto, en vinos de idea, en los cuales el terroir está incluido, con la bandera del Malbec, como gran vehículo de esta idea, pero que también incluye la interpretación de cada persona del equipo. Así comienza la charla con Federico Gambetta, que se define como «winegrower», una persona que se dedica a cultivar vides para hacer vino.
Alterrados: Cuando viajas a contar los vinos ¿Qué dejaste de decir y qué incorporaste en ese discurso?
Federico Gambetta: Yo me detuve hace un tiempo, después de estos años de haber logrados 100 puntos de Tim Atkin, (Jardín de Hormigas Los Amantes Malbec 2021) que nos movilizó internamente, porque lo que escuchamos siempre de enólogos o colegas son tecnicismos. Que la calicata, que el suelo, que el tiempo de cosecha, que la temperatura de fermentación, que la caja, que los 20 kilos y demás, que son cosas buenísimas, que suman un montón al hacer vino, pero nos hemos olvidado en cierto punto el camino en el disfrute de las cosas. Lo lindo de hacer vino, tomar un vino sin pensarlo. Esto nos ha alejado un poco del consumidor, o ha sectorizado el consumo.
Entonces en mi charla hoy en lugares, no hablo más de tecnicismos. Si lo quieren mando por correo la técnica, y estoy más enfocado en el mensaje, en la historia de un vino, qué sentí, qué pasó, historias, anécdotas, risas, y sobre todo, placer.
A: ¿Qué pensás de los puntajes y cuál es, si es que existe, una influencia en las ventas?
FG: Los puntajes, no te voy a mentir, 100 puntos, es algo maravilloso, eso nunca te lo voy a negar. Si entiendo, que no hay que ser esclavo del puntaje, no vivir para eso. Si nuestra vida está enfocada en hacer vino de puntaje, es un error, porque nos olvidamos de un propósito, nos olvidamos de una idea, y creo que esa es la clave, no estar pendiente 100% de quién opina algo de mi vino, sino creer en uno mismo, una búsqueda personal de bodega de vino y serle fiel a eso.
También entiendo que, en el mundo, los puntajes son necesarios porque te ubican dentro de un rango, o te dan confianza. Te da un marco de seguridad que creo que es útil en algunos segmentos. Lo que he estado viendo en los últimos años que he ido al mercado es que cada vez le dan menos importancia al puntaje. En Estados Unidos o en Londres, ya no sé si es tan gravitante.
A: ¿Cuál es la importancia que le dan a la escucha del consumidor?
FG: Total. El vino puede tener mucha magia, puede tener mucha poesía, pero es un negocio. Si el vino no se vende, todo lo que está atrás desaparece. Entonces ir a ver el mercado, qué está buscando, y a ver si tu propósito está alineado con el mercado, son cosas fundamentales.
A: Hay todo un debate en la industria acerca de la caída del consumo, por cambios de hábitos, que son ciertos, también de bolsillos flacos en Argentina, fundamentalmente, pero, ¿vos creés que se puede recuperar el consumo?
FG: Yo creo que sí. El tema de que estemos todos juntos, aliados bajo la marca Argentina. Creo que es fundamental. También tenemos que enfocar más en qué somos buenos ¿En qué Argentina es único? Esto, esto y esto, y pongo la mira ahí. Y también creo que hay que ser un poco más humildes como industria. Hay que escuchar que la caída del consumo no solamente es por razones económicas, también nuestro estilo de Malbec. En algunos casos, hay mercados que se aburrieron y eso hay que analizarlo. Es ser más competitivos en la gama baja, llegar con menos costos afuera, que el estilo tenga un poco más de equilibrio, que haya más elegancia en los vinos, una mejor comunicación de los vinos argentinos fuera del mundo. Yo confío en que en breve se pueda revertir.
A: ¿Y en el consumo en el mercado interno?
FG: Argentina tiene un gran mercado interno, que está dispuesto a pagar más por calidad, creo que eso está muy bien. Ahí, creo que el foco está en la gama media-alta de la gastronomía, en que los vinos sean cada vez más gastronómicos, que sean más versátiles, porque el mundo tiende ahora a una gastronomía de platos al centro de la mesa. Lo que está de moda a nivel mundial hoy, incluso en Buenos Aires, es, nos juntamos seis amigos, compramos diez platos, toda la mesa, y tomamos un vino.
El desafío es hacer un vino que sea compatible y maridable con los diez platos. Ahí hay una oportunidad grande de mejora. Y después, mantener un precio que la gente pueda comprar.
Sobre todo que demos al consumidor de gama baja un buen producto a un buen precio. La “tomabilidad” para mí tiene dos factores. Qué sea rico y que se pueda pagar.
Hubo un tiempo en que mareamos. Pensamos que ese 5% de gente que consume vinos caros era todo el mercado argentino. Entonces generamos sin querer, no fue adrede, esa sensación de que si no sabes de vino, no podés tomar vino. Se puede revertir y es más una cuestión de comunicación. Fue un error que cometimos todos.
“Creo que el vino argentino blanco es maravilloso. Está en un momento top a nivel mundial y hay que meterle muchas fichas a los blancos. Y el Cabernet Franc también nos da muchas alegrías.”
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Federico Gambetta está ubicado entre las nuevas generaciones de hacedores de vino, viticultores que miran la planta y también la bodega. Qué no usa guardapolvo, como hace varias décadas. Que patea cascotes y se involucra en todo el proceso. Es como una especie de segunda generación de enólogos de la nueva era.
Alterrados: ¿A quiénes admirás y por qué?
FG: Yo creo que hay mucha gente que ha hecho cambios enormes por Argentina. Alejandro Vigil creo ha hecho cosas increíbles. Él abrió las puertas al mundo y creo que mucho deberíamos agradecerle a él.
Después de esa misma camada, lo que hizo Matías Michellini. Cuando todos iban para allá, él dijo no, es por acá, con todo el riesgo que eso conlleva y abrió una puerta nueva. Los vinos que hago yo son en gran parte gracias a la visión de Matías en Argentina y, bueno, la visión de los vinos de Altos Las Hormigas tienen mucho que ver con él. Creo que también Sebastián Zuccardi ha llevado este entendimiento al siguiente nivel. Creo que ellos tres hoy son gente que admiro mucho y creo que nos han ayudado un montón a que estemos donde estamos.
A: ¿Y de las leyendas? ¿Quién te gusta?
Mariano Di Paola. Tomo un Rutini hoy y es igual acá o en Hong Kong. Y eso es un gran, gran logro. Eso no es fácil de hacer y eso también hay que valorarlo. Y por supuesto a Alberto Antonini, Attilio Pagli, Antonio Morescalchi y Pedro Parra.
A: Teniendo en cuenta que vos tenés a uno de los precursores del Malbec en Argentina, como es Alberto Antonini, ¿cómo es trabajar con él?
FG: Es maravilloso. A ver, en el jazz hay una historia muy linda que es cuando Mike Davis le delega a John Coltrane el mando.
Fue algo que pasó mucho en Altos, llega y nos dice “yo los guío, pero sean ustedes mismos”. Entonces, eso sucedió. Altos es un ser independiente que se ha alimentado por toda la sabiduría de ellos. Y el día a día es genial. Son gente que tiene un paladar magnífico
A: ¿Qué música marida con Altos?
FG: Jazz. Creo que el jazz es uno de nuestros ejes. Los Rolling Stones también son gran parte de nuestra playlist. Y tenemos algunos clásicos, algunos vibratos y unos crescendos que están ahí para algunos casos especiales.
A: ¿Suena música en la bodega?
FG: Todo el tiempo, sí. Todo el santo día.
A: ¿Qué necesita un enólogo agrónomo para realmente delinear su vitivinicultura? ¿Qué tiene que hacer? ¿Qué tiene que conocer?
FG: Para hacer buenos vinos hay que viajar. Para mí eso es uno de los pilares. Tomar buenos vinos. Si o sí. También rodearse de gente que piense mejor que vos o que sea más ambiciosa que vos. Y el cuarto punto es ir al mercado.